20 dic 2007

Viaje

Me voy al sur. No sé por cuánto tiempo. Y allá no tengo PC. Así que, bueno, este espacio... quizá se mantenga un tanto desactualizado. O, por determinado tiempo, dejado del todo. Eso es todo. Buenos Aires arde; hoy estuve dos horas en plaza Las Heras y vino un sordomudo, para ver si lo podía ayudar con unas moneditas. Después un vendedor de sahumerio, al cual le dije que no, y bueno, me pidió un mate, le cebé uno, se lo tomó y, acto seguido, me pidió otro. Después vino un boy scout a venderme una rifa. Te podés ganar un home theater, y sólo sale un peso, me dijo. No, disculpá, no tengo plata, le dije. Después vino una señora grandota. ¿Tenés celular? Porque si tenés, te puedo ofrecer... La corté ahí nomás y le dije que no uso celular (mentira; simplemente no lo llevaba conmigo, pero bueno, no le iba a explicar todo). Pensé en ir a la sala Lugones y enganchar alguna pelicula, así, al azar, antes de irme. Fui. El Teatro San Martín está cerrado; no sé si lo están refaccionando o qué, pero el cartel indica que estará así hasta el 14 de enero. Caminé bajo el sol unas cuadras y entré a una galería. Encontré una disquería muy linda, Oid Mortales, donde hay muchos discos. Estuve revisando un poco y me asusté cuando pregunté los precios. ¿Cuánto sale el primero de Clap Your Hands?, le dije. 75, es yankee, por eso, me replicó. ¿Todos los discos están de 50 para arriba, no?, le pregunté. Sí, me dijo, son importados y cuesta conseguirlos, pero hay de todo. Después hablé un rato con él, tenía un afiche callejero de John Cale, cuando vino a la Argentina en los noventas, y, no llegó a pasar ni un día completo que yo ya no me acuerdo dónde tocó. Y lo leí hoy. Creo que era el Coliseo. Y bueno. Este reducto va a quedar en el espacio, flotando por un tiempo. Quizá sí, quizá no.

15 dic 2007

Bob Dylan en Argentina

Hoy a las 4.30 de la mañana llegué a casa. Caminé un montón de cuadras, unas treinta. Con un poco de alcohol de más encima, y pensando, pensando, pensando. Fumando, pensando, caminando rápido. Cuando llegué fui a la pieza, me hice la cama y fui a la cocina. Después, vine a la compu. Bueno, veo los mails, ya que estoy, dije. Como siempre. (Acá el parate es que volver de algún lado cansado, dormido, lo que sea, y prender la computadora, para mí, es como un martirio. No físico sino mental. Porque siempre me maldigo cuando lo hago, siento que voy en contra de lo que deseo o alguna mierda así, y lo relaciono con el poder de la tecnología que no tiene por qué pesar tanto en mí y sin embargo lo hace.) Entonces vine, y había un mail. Lo abrí, era de Sofía, diciéndome que su hermano, de 16 años, le dijo: "Sofía, ¿quién es Bob Dylan? Porque viene en marzo". Entonces eso era todo. "Mastronardi, cómo andas, mi hermano me dijo esto, así que viene Bob Dylan. Espero que te alegres". Qué bueno, dije, pero seguro es un rumor más. Y hoy cuando me levanté, dije uh, cómo me cansa leer el diario. Pero hoy dio resultado. Y sí: Bob Dylan en marzo, estadio Vélez. Mi felicidad, eterna.

(Obvio que Clarín asegura mucho, pero no sé, en esta lo banco, la firmó Diego Lerer, que eso no quiere decir absolutamente nada, pero bueno, ya está.)

12 dic 2007

Con rulitos armados, precisos, dibujados... No te la cree nadie, Cate.

El espía

Y ahí vino él, domingo siete de la tarde, borracho, con aliento a whisky y los ojos desorbitados, derecho a cagarme a pedo. Sonó el timbre; acá estábamos limpiando. Yo el living; N., la cocina.

–¿Eh? ¿Quién es? –dije desde atrás del sillón, mientras barría la suciedad estancada desde hace tiempo.
–José. Abrí –dijo el portero, que me tocó el timbre no más de dos veces en cuatro años.

Antes de abrir pensé en eso, en por qué me tocaba el timbre, por qué un domingo a las siete de la tarde, por qué. Qué hice yo. Qué hicimos nosotros. (Desde el primer momento supe que la noche anterior había puesto música y estuvimos acá en el agobiante departamento un grupo de no más de seis personas, hasta, más o menos, las tres de la mañana.) Accedí a abrirle y sus nervios daban más pánico que su intrigante interés por la vida de todos los inquilinos del edificio donde ejerce de guardián hace más de doce años. Porque sí, porque siempre sentí la mirada de José, la mirada siniestra y oculta y espía de José, que sabe qué hago, a qué hora me levanto, a qué hora me baño, si estoy con una chica o no, si estoy de humor o no. Porque él sabe todo. Como nadie. Porque él está en la entrada del edificio desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche, y cuando no lo está, mira por televisión, canal 98, cámara de la entrada. Así lo descubrí cuando un día le pagué las expensas a eso de las diez y media de la noche porque me dijo que tenía que ser sí o sí ese día, así que le toqué el timbre y me hizo entrar. Cuando se dio vuelta di dos pasos hacia delante, donde estaba su cama, y enfrente estaba la caja negra en silencio con la cámara del edificio. Esto fue hace dos años y, a mí, me dio mucho miedo. Porque sé que su ojo siempre está, y bueno, esta vez vino él a mí, borracho, con aliento a whisky y los ojos desorbitados, sí, con su bigote espeso. Y mi sorpresa fue mayor; el miedo disminuyó e intuí que nada pasaba, que José estaba solo, muy solo, que José necesitaba charlar con alguien, mentir sobre mujeres, contar alguna historia de los setentas, contar de putas dominicanas del Once como lo hizo. Con la excusa de la música, claro.

–Te reís muy fuerte. ¿Sabés como se te escucha? Todo el tiempo. Tenés que reírte más bajo –me dijo.
-Sí, José, está bien, perdoná, no me puedo controlar, todavía no se me va la costumbre de la casa –le dije, mientras prendía un cigarrillo por los nervios y, acto seguido, le convidaba uno.
Sólo fue esta acotación con el tema del ruido. Después se lanzó a hablar, y hablar, y hablar. Me tranquilicé. No era más que un hombre solo acechado por el silencio, pensé.

De pronto empezó a mentir.

–¿Sabés que tengo un montón de amantes yo? Igual ahora no me animo. Hay una acá en el edificio de al lado de diecisiete. Me meten preso. No sabés las ganas que me dan. El portero de enfrente me hace así, con las manos, como signo de esposas, cuando ve que ella viene a saludarme. Estoy hasta las manos.

Pensé que se iba a dar cuenta que íbamos más de media hora parados y ni siquiera lo invité a sentarse. José, tenemos que seguir limpiando, le dije. Bueno, chicos, está bien, yo me voy, no los quiero joder, ustedes son como dos hijos para mí, yo los quiero a ustedes, chicos, por más que no se los diga, dijo. Se fue. Después, cuando fui al lavadero, me acerqué a la ventana y saqué la cabeza. Se oía un folklore que salía de su cuarto, abajo. Tenía esperanzas de que esté cantando, pero no lo hacía. Al rato, volví. Y silbaba.

6 dic 2007

La única vía posible para escuchar al día de hoy Satisfaction no es, ni ahí, de la mano de los Stones

Sino de Polly Jean, junto a Björk. Pero a mí me gusta más PJ y escuché más a PJ. Aparte, tuvo un affaire con Nick Cave. ¿Hubo pareja con más onda?