7 abr 2009

No entiendo. Suena música todo el día. Canto chotamente arriba de varias canciones. Por ahí agarro la criolla y toco cositas que, al momento, siento que le agregan al tema. Tampoco me fijo en si está sonando armónicamente, o acorde a la canción. Es lo que sale. Mientras, tomo mate, fumo un poco de yerba y, por estos días, cigarrillo tras cigarrillo. Mientras, la hecatombe. Mi celular suena cada media hora, más o menos. Ahora es la mañana, y no está sonando. Pero ya le saqué el modo “silencio”. Cuando desperté, tenía 31 llamadas perdidas. En mi vida-celular, nunca tuve más de 2 o 3. Nunca fui muy solicitado, nunca tuve una chica que me buscó desesperadamente, que no me encontró, que se obsesionó en que podría andar en “cualquiera”, esas cosas. Pero no estoy viviendo solo. O sí, solo. Está mi primo, y una amiga de él. Todo empezó, más o menos, en enero. Una llamada perdida, los primeros días en enero, de mi primo. Me decía: Mirá, más o menos por marzo, va a venir una amiga de Suiza. Y necesita alojamiento, ¿me hacés el favor? Era enero, yo escuchaba música todo el día con amigos, tenía preocupaciones de tacto familiar y bebíamos más de lo que recuerdo. Le dije que claro, por qué habría problemas. Nunca más hablamos y, hace dos semanas, me mandó un mensaje: Che, hoy llega, estate en tu casa. Yo dormía. Sonó el timbre, me asusté, como siempre que suena y duermo, vi el mensaje, fue todo rápido. Bajé y era Manuela, de cuarenta y siete años, sonriente y alegre. Bueno. Entró a casa y tomamos mate y hablamos por horas. Me contó de sus viajes por el mundo, de su trabajo de enfermera en un hospital público de Zurich, de la pérdida de un hijo, de su hermano, que vivía en Dakota, de su madre, napolitana veinte años mayor que ella. Hablamos de otras cosas; le dije, de entrada, que era malo para explicarle costumbres argentinas y definirle –esto me lo pedía– al Ser Argentino. Ya te irás dando cuenta, al tún tún, creo haberle dicho, y sonrió –no sé si entendiendo. Bueno. Pasaron dos semanas. Entre este tiempo fue un poco al norte, volvió a Buenos Aires, y se volvió a ir a Uruguay, esta vez con mi primo, y volvió ayer a las dos de la mañana. Yo ya casi dormía. Cuando entraron, me dijeron que hoy pasaría el taxista, ya que no le pudieron pagar con un billete de 100 pesos, porque estaba apenas roto. Fue todo muy raro, dice mi primo, le dimos el billete, se lo puso al bolsillo y después lo saco y dijo “está roto”, le dijimos que no teníamos otro, y dijo que no tendría problemas en pasar. Me paranoiqueé un poco y dije uy, estoy frito. No tenía cigarrillos, ni plata, y les dije si me prestaban algo para ir a comprar al kiosco. Me dieron los 100 rotos, apenas rotos. En el kiosco, después de que me embolsan los cigarros junto a una Coca-gigante, le doy el billete al narigón que me jode por mi pelo enmarañado día a día y me dice: Qué pasa, pibe, ¿me querés cagar? Me bloqueo en silencio varios segundos hasta que me dice: este billete es falso de acá a la China. Ahí entendí todo y le digo: Disculpá, un taxista me hizo una estilo Nueve Reinas, qué chanta, disculpá. Volví desilusionado y la conté. Bueno, vuelvo a las llamadas perdidas. Mi primo no tiene celular pero sí tiene novia. Y la novia me llama todo el tiempo a mí, para hablar con él. Estaban en Uruguay, yo no le atendía, hasta que ayer a la tarde le atendí. Lloraba, y me pedía explicaciones. Le dije que mi primo se había ido a dar una vuelta, que yo estaba leyendo, que él también tiene llave. Empezó a contarme que se quieren casar y tener hijos. Yo ya tengo 30, vos no me entendés, te va a pasar a esta edad, me decía. Le dije que esté con calma, que está todo bien. Es la verdad: mi primo y la Suiza son amigos. Se conocieron por MySpace, ella toca la guitarra y canta, medio folk, medio blues, tiene su puñadito de canciones, me las mostró y son muy lindas. Se conocieron por la red, hace mucho tiempo, siempre conversaron virtualmente, y cuando ella vino, mi primo optó por ocultarlo, para evadir el aluvión de celos y todo eso. Porque la suiza ya le había dicho que quería viajar con él, o invitarlo a comer y cosas así, debido a uno de los tópicos más importantes de charla de mi primo, fuera de la guitarra o las canciones: el dinero, el sobrevivir, la hecatombe del hogar, su padre, mi tío –quien no me tiene permitida a mí la entrada a su casa de Torcuato, ya que se ha cagado a golpes varias veces con mi viejo y, dinosaurio, siente lo mismo hacia mi que hacia él (somos uno y el otro). Entonces entiendo que él quiera escapar de su casa, disfrutar con alguien que conversó mucho, el por qué oculta. Ayer volvieron lo llamé a la pieza y le dije. Mañana llamo y la tranquilizo, ya le dije que quería estar un poco solo para pensar, me dice. Y me parte la novia llamándome llorando. Y preguntándome. Y la suiza, sin saber de nada, disfrutando su estadía en Argentina. Ahora duermen, acá en la pieza. Se debe escuchar mi tipeo, y la voz de Daniel Johnston. ¿Estoy solo? ¿No? Nunca. La tranquilidad buscada en el departamento es más difícil que la competencia de pesca entre todos mis amigos en el Lago. Sonó el teléfono fijo, que no tengo la Línea Larga Distancia Telecom, con descuentos para llamar a todas partes del Planeta. ¿Usted adquirió el servicio de otra empresa, Señor? me pregunta, mientras yo trato de imaginar su rostro, su escenario, sus manos. Le digo que no recuerdo. Figura xxxxxx empresa, señor, me dice, y le digo que puede hacer lo que quiera. Si querés que vuelva a Telecom, y me llamás por eso, bueno, haceme volver, pero decime sinceramente si tengo que poner un peso para esto, le dije en un tono grave, pensando internamente si con esa voz podría aparentar una actitud intimidante. Y justo escucho a Daniel cantando: “I spent a lot of money at the pizza shop / just to watch the waitresses walk”. Me habló por minutos chequeando datos mientras yo repetía ajá. Ahora te van a llamar para corroborar todo, apenas corte con vos, me dice. Hace tres líneas, en la u de actitud, sonó la corroboración. Escucho ruidos, ya se deben estar levantando. Voy a poner la pava y los voy a recibir con mates. Me gustaría que mi madre algún día se despierte más tarde que yo, así también la recibo así. La inspiración no existe. Sólo es no tropezar cuando nos embarramos en el zigzag.