Con el rock crecí y seguiré creciendo. Uno va escuchando, creando nexos, enganchándose, enamorándose, continúa, duda de otras cosas, uno es constantemente aderezado por el clima musical que acompaña el devenir. Ahí están las distorsiones y los arpegios y los cuelgues instrumentales, las canciones perfectas, las voces desgarradas, lo que suena sincero para unos y para otros no, el defender a un grupo o a un músico, el criticarlo, el obedecerlo, el seguirlo, el sentirlo. Desde hace unos meses existe en mi vida una banda llamada Ático, de La Plata, la cual fervorosamente suena en mi entorno, la cual me golpea una y otra vez, me deja helado. La banda sacó hace unos años un EP y el año pasado un LP, Compañía. No sabía nada de la banda y me parecía extraño que nunca tocaran. No encontraba nada por internet. Y este fin de semana, en La Plata, en el recital de La Patrulla Espacial, Prietto y Sr. Tomate, estaba Teo, atrás, estirado en una columna, muy serio. Teo es el cantante de Ático. Primero lo vimos afuera, cuando salimos a tomar aire con un amigo. Él pasó solo, caminando desparejo, y cuando mi amigo lo vio que pasó al lado nuestro, agitó un “Aguante Ático” débil, tímido y sincero. Él no contestó ni tampoco nos miró. No opinamos nada. Ya adentro, sonaba Sr. Tomate, voy al baño y lo encuentro a Teo, estirado en esta columna, atrás. Me acerco y le digo, en un acto estúpido pero instintivo, ¿sos Teo? Me mira, sin sonreír, y me dice que sí. Le cuento que estoy escuchando mucho los discos de Ático y que estoy esperando algún concierto desde hace tiempo. Que buscaba información y nunca nada, entonces le consultaba. No recuerdo si se me quedó mirando fijo, pero ahora, escribiéndolo, me gusta pensarlo así. Ático no existe más, me sentenció. Me congelé y aseguré mentalmente lo que ya había pasado por mi cabeza, que la banda se había separado. No lo creo, me repetía cuando accedía al pensar esto, no lo creo. Teo me lo confirmó y bueno. Hablamos un poco y me dijo que estaba tocando con amigos. Que no tenía ningún proyecto por ahora. Que se junta y que sigue tocando. Le dije que yo lo iba a seguir. Bueno, Teo, espero que en algún momento aparezca algo nuevo tuyo, te espero, le dije, y por primera vez sonrió. Bueno, pero no esperes a Ático, porque ya nada va a ser igual a Ático, remató. Está bien, le dije y le di un abrazo. Gracias, che, me dijo y me preguntó mi nombre. Volví a sentarme adelante con mis amigos, a escuchar la banda que hacía en ese momento cantar a buena parte de los espectadores. Después me paré y miré hacia la columna, Teo ya no estaba.