24 oct 2007

(fragmento)

¿Qué te pensás vos, Vladimir, que porque tu hijo haya muerto vos podés tratar así a tu mujer? Pareciera que esperaste a que Rodrigo se vaya... Sabés que no es así, que así no vale, le dijo Julían a Vladimir en un tono intimidatorio, tanto que Vladimir no supo como actuar, al darse cuenta de toda la oscuridad que pronto pesaría sobre él. Se quejó, refunfuñó, recordó los arrumacos con Luciana en la noche, en la noche del pasillo que separaba el departamento C del D de aquel piso 13 en el edificio de José Hernández y Ciudad de la Paz, donde vivía en un monoambiente la madre de Luciana, y ellos, tan jóvenes, tan inocentes e ingenuos, salían a besarse al pasillo oscuro, al pasillo del silencio, ahí al frente de las puertas del ascensor, ahí, hablando bajito, a los besos y a los toqueteos, porque no podían salir a la calle a esas horas y la madre de Luciana dormía en el pequeño monoambiente; no podían hacer otra cosa sino darse amor antes de despedirse. Todo principio termina en tragedia, terminó sentenciándole Vladimir a Julián, y no le quedó otra cosa que sentarse, prenderse un cigarrillo y recapacitar sobre qué estaba haciendo.

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